– Miente, …, miente mucho.
Lo enunció quien con Julian Mathews hubiera trabajado, hasta entonces, unos veinte años.
– Nos dejas. Bueno, seguiré tus pasos en dos años … Julie habrá terminado su último curso para entonces.
Julian lo declararía ante mí. No supo evitar, antes, sonreír.
Cumplido el tiempo de la graduación de la hija, el profesor no abandonaría el centro educativo privado. Una de las imágenes recientemente exhibidas le muestran en pie sobre un peldaño. Vasto, notable, pintado.
Disiento, no obstante, de la afirmación de aquel profesor primero: Julian Mathews nunca ha mentido.