– Si un estudiante insulta a un profesor, el estudiante se va del colegio.
Son exactas las palabras. Grabadas. El hombre era – es – el ideólogo o propietario, valga la redundancia.
Fueron después una crisis y una morosidad acentuada. También el insulto presentido. Un ex-sacerdote se haría cargo de la afrenta – disculpen la frivolidad del prefijo, pues no se puede dejar de ser sacerdote -, mudándola en solicitud de indulgencia.
Bueno, el profesor abandonó el centro privado y el alumno supo de un último año de estudios y de la reiterada ceremonia de navegantes y mares e Ítacas. Una carencia en los discursos, diría: contar al pirata entre los marinos que también da la Excelencia.
Lacayo o cómplice, aparecía cuando el micrófono en el ordenador había dejado de transmitir. En un monitor, su amo no inocentemente me mostraría alguna vez la conexión de todos los dispositivos en las aulas con el suyo. Lo he compartido con anterioridad: la extendida presunción dejaba de ser.
Era desde las lecturas de aquellos mis entonces que yo percibía siniestro al designado técnico informático: figura gris que abandonaba las tinieblas creadas y habitadas por un caudillo de camarote y se deslizaba en la luz para cumplir sus disposiciones, cruzaba el espacio entre puerta y escritorio haciendo oblicuo contacto visual. Siniestro en la doblez, en la obediencia, en la colaboración necesaria y ofrecida. En la sospecha de que acaso supiéramos, en la persuasión de que no. Comprendo ahora la selección de las ropas, el corte de pelo, el tipo de afeitado: no se presta atención a las sombras.
Francesco Gonsalves. No podía olvidarte, claro. Tu silueta ha sido, sólo, más difícil de advertir destacada en la umbría.
Desde mis lecturas aquellas, siniestro. Todo, diría: un oscuro señor, unos oscuros servidores que, viles, se ofrecen a seguirle. Peor: a continuarle. Cáspita, quién diría que estuviera escribiendo sobre un colegio privado.
Torturador, violador, maltratador, acosador, abusador, verdugo, asesino: que en tu lecho último irrumpa la incertidumbre y sea ella semilla fecunda en angustia.
George C. de Lantenac, Ensayo sobre la Muerte de Jesús de Nazareth. Traducción y derechos de la traducción: Albert Sans. El texto se reproduce con su expreso consentimiento.
No obstante, maltratador no aparece en el texto original de George C. de Lantenac; tampoco en la traducción de Albert Sans.
Un niño levanta un castillo de arena; acabado, pronto observa cómo las aguas de un mar lo reducen a ruina y la esparcen. Otros días verán al niño anudar fatalidad, levantar otros castillos que otras y las mismas aguas derrotarán.
Acaso vuestro dios es un dios temprano. No niego que exista; niego que sepa, sin cuidado de aprendizaje alguno, lo que está haciendo.
En Ensayo sobre la Muerte de Jesús de Nazareth, George C. de Lantenac.
Traducción y derechos: Albert Sans ( el texto se reproduce en este blog con su expreso consentimiento ).
Desigualdades de género, a todas las edades, por Pachi Lanzas. Publicado en elplural.com: enlace.
‘Cuatro de cada diez mujeres adolescentes creen que la violencia doméstica contra ellas está justificada’: cuando una persona vive dentro de las ideas de otra y, por ello, comparte, justifica, defiende.
No mirror reflects us. The perception of our appearance is imaginary. Sunlight reveals our condition. We prefer darkness because, cloaked in gloom, we are persuaded by an impression of anticipated victory.
And we are fond of blood, our own, which we exhaust in this egotism.
Es una empresa. El centro privado, quiero decir. Que la presencia de niños y niñas, de chicos y chicas, de personal en posesión de títulos universitarios vinculados a la instrucción, no divierta su cuidado: es una empresa.
Usemos algunas luces negras para revelarla:
El director general no tiene pasado alguno como docente.
Quienes poseen títulos universitarios vinculados a la instrucción aceptan la orientación de aquel que no tiene pasado alguno como docente.
Treinta períodos lectivos en cinco días, grupos de veinticinco alumnos y alumnas, desafían cualquier compromiso con cualquier preparación individualizada.
La Excelencia sería inviable sin las horas – no remuneradas, claro – ocupadas en la corrección de tareas y preparación de contenidos, por parte de profesores y profesoras, fuera de aquellas recogidas en un contrato.