El empleado habló así:
– El presidente me insta a adquirir una vivienda. Insiste hasta la náusea.
La empleada se irguió en su asiento, ladeó la cabeza y miró desde los vértices de los ojos.
– Así es como te compromete. Así es como deber y dócil se asimilan en sinonimia primero. En identidad después. Finalmente en olvido de sinonimia e identificación: imposible la diferenciación.
El empleado asintió. La empleada continuaría.
– Es tarde para mí, para los míos, víctimas de mi miedo. Encadenadas a una vergüenza que no ignorarían aunque me ocupara ocultarla.
La empleada se levantó y salió de la habitación. El empleado escribió las primeras palabras.